El contacto con madres y bebés nos ha mostrado que muchos, casi todos en realidad tienen problemas dermatológicos como alergias, dermatitis atópica, excemas y diversas alteraciones en la piel, ese órgano que nos aisla y a la vez nos conecta con lo que está más allá de nosotros.
Estamos seguros de que las personas actualmente desarrollamos desde el nacimiento y por traspaso de los padres, una sensibilidad química en la piel que nos deja indefensos frente al bombardeo de la industria con pequeñas dosis de todo tipo de componentes «permitidos» por la lista INCI, aprobada para las empresas que elaboran productos de uso diario, pero no para la gente que los usa.
Así pues, shampoo, cremas, pasta dental, talcos, sprays anti-ácaros, desinfectantes, jabones, lociones, repelentes, y un largo etcétera, tienen microdosis de todo tipo de plásticos «como la seda», disrruptores hormonales, parabenos que se alojan en las mamas, conservantes y ácidos.
Al parecer los bebés dicen ¡basta! y los padres deberían escuchar. Muchos ya no toleran ni un solo miligramo más de veneno y tienen razón. Les asiste el derecho de manifestarse. Cómo es posible que prácticamente todos los papás y mamás urbanos tengan un dermatólogo de cabecera que receta y receta más de lo mismo, es decir químicos sintetizados en laboratorio, vitaminas en polvo y medicamentos de la industria farmacéutica.
La pregunta obvia es, ¿hay algún otro camino que no sea volver a la vida natural y orgánica?
Hace apenas cien años las personas fabricábamos nuestro propio jabón, hacíamos repelentes, cremas y pomadas de todo tipo, sabíamos cuidarnos en familia y éramos solidarios con las necesidades de los demás en relación a la salud. Cierto es que la familia actual vive de otra manera y prácticamente todas las mujeres y hombres trabajamos desde muy jóvenes hasta bien avanzada edad. Así pues, la vida moderna se impone pero las necesidades humanas de sobrevivencia de la especie también, y anuncian el peligro a través de la enfermedad de la piel, en este caso.
Muy sencillo como decir ni un día más puede resultar, en medio de la vida moderna, tomar la decisión de dejar los químicos de uso diario y cambiarse a un estilo de vida orgánico. Las nuevas generaciones no solamente lo agradecerán sino que crecerán sanas para enfrentar los enormes desafíos del futuro.
Recomendamos sinceramente usar cremas y pomadas de cera virgen de abejas que no contienen otros aglutinantes, conservantes y colorantes que ella misma. Recuerde el lector que este milagro orgánico puede resistir el paso de los años, a veces miles sin dañar su composición química; y recuerde también, por favor, que las abejas se encuentran entre las especies condenadas a la sexta extinción masiva del planeta dentro de la cual también está la humanidad si no cambia el rumbo.
No son buenas noticias desgraciadamente, pero hay excelentes a la vuelta de la esquina orgánica. Niños que superan poco a poco el autismo comiendo sin químicos en los alimentos, bebés que se curan de todas las alergias con un estilo de vida natural y orgánico, personas que cuidan de otras con buenos consejos en lugar de nuevos productos de la industria; también hay cada vez más productores orgánicos responsables que apoyan esta transición hacia una era sin químicos. Ese tiempo se ve llegar con estos nuevos bebés sanos, que se resisten a tomar más dosis de derivados del petróleo en la piel, ese órgano que dice ¡basta! y se comunica con quienes pueden escuchar.