Imagino un mundo ideal en el cual las abejas hicieran sus enjambres dentro de troncos antiguos, libres y fuera del contacto humano. Sin embargo, aún en aquel paraíso, algún día, alguien descubriría la medicina más especial y única que pudiera imaginar. De la abeja es bueno todo, decía Galeno y empleaba sus regalos tan preciados en tónicos, pomadas, y más pócimas curativas. Hablamos de la miel de abejas, la cera, el polen, la jalea real, los propóleos, e incluso el veneno de abeja, la apitoxina que deja esta bella amiga a cambio de su vida.
Adoptar abejas es algo que me gusta más que atrapar abejas, el método con el cual atraemos enjambres perdidos, que todavía buscan hogar en las montañas de Chachimbiro.
Para empezar con algunos consejos aprendidos en los últimos años, puedo sugerir que si quieres tener abejas no las compres. Su cambio de hábitat es peligroso y son más frágiles de lo que imaginas. Las abejas adoran su lugar, conocen cada flor y cada planta que necesitan para vivir, se especializan en aromas y sabores que les darán la mejor miel. Cuando un panal se traslada de manera arbitraria a cualquier parte, la mayoría de las abejas podría morir al aventurarse a buscar su antiguo bosque de flores y plantas amadas por más de cinco kilómetros, antes de caer muerta.
Lo mejor es seleccionar el lugar ideal para ellas y ponerles una casa de buena madera, que haya sido colmena en el pasado, con diez marcos llenos de cera hecha a su gusto en algún momento, muy juntos, como los necesitan para no sucumbir al frío y mantener los 35 grados de su hábitat.
Formar una cámara de cría será lo mejor, en una caja que se conoce como colmena de cuadros móviles, inventada por un apicultor alemán a inicios de 1900. Antes de su gran idea, las abejas eran exterminadas para obtener la miel tan preciada. En la misma época se descubrió el ahumador, que es la forma más amigable de acercarse a las colmenas sin causar un ataque masivo, con razón. El humo las hace percatarse de una posible emergencia y se apresuran a comer toda la miel que pueden obtener para salvarla de una pérdida irreparable. Cada gota de miel se fabrica con el néctar de 2000 flores, así de preciada es su gran obra.
Las abejas pueden ser mansas y dedicarse exclusivamente a su tarea de fabricar tantas maravillas a menos que tengan sed (beben agua todo el día), podrían estar enfermas o ser obligadas a poner más miel de la que quieren y necesitan.
Esta última obligación fue un invento de un apicultor allá a inicios del siglo XX, creando la cera estampada. Es conocido que las abejas fabrican todos los productos de la colmena sobre una forma hexagonal que reproducen en el interior de sus casas. ¿Y si la hacemos más grande tendremos más miel? Efectivamente, las abejas trabajan incesantemente para llenar cada nido con su preciosa medicina y esto las hace agresivas y débiles.
La Permapicultura que intentamos explorar evita someter a las abejas a formas predeterminadas y las deja hacer, según sus necesidades, los cuadros de cera más pequeños pero justos para alimentar a las diminutas larvas con jalea real durante cuatro días, polen durante dos, néctar por un día y miel hasta que alcanzan la belleza que las caracteriza al nacer en el doceavo día.
El nido de una reina nueva será distinto. Casi dos veces más grande, solo colmado con jalea real hasta que la real abeja salga a la luz y siga comiendo este súper alimento durante toda la vida, es decir cinco años en lugar de cuarenta y cinco días, el ajustado tiempo de las demás.
Si hay suerte y estamos bien orientados, un enjambre con la reina virgen y recién nacida colonizará la caja y los cuadros usando de nuevo la cera antigua, mientras más, mejor. Si el lugar es viable las abejas llamadas pecoreadoras buscarán flores específicas, y si la caja se ubicó estratégicamente en una buena plantación de aguacate preferirán estas flores y las buscarán por cuatro kilómetros a la redonda. Cuando las recibas en una quebrada buscarán la pacunga, casha uvilla, arrayán, uña de gato, mosquera, chilca, y todas las pequeñas flores llenas de vitaminas y minerales. Es cierto, ellas prefieren las floraciones específicas y gustan de ellas por toda la vida de la colmena. De ahí que si faltan, su existencia misma estará en peligro.
Tanta maravilla y perfección de las abejas debe ser conocida y respetada, aún en el caso de obtener la miel que ellas guardan para la reserva en tiempos difíciles. De ahí la responsabilidad de este hermoso oficio apicultor, de cultivar cada día más plantas melíferas, sin químicos sintetizados, cuidando la Tierra con renovado amor.
El objetivo de este primer acercamiento a la crianza de abejas es confesar que las abejas guían mi camino, solamente porque soy humana como todos quienes lean estas lineas y sabrán como yo, que al desaparecer, nos quedaría poco tiempo de subsistencia en el planeta, sin el 75% de plantas que polinizan, es decir casi todo lo que sembramos en el huerto y nos ha alimentado desde que encontramos miel en el paraíso, aquel día, cuando encontramos la primera colmena.