Imagino mis tribulaciones, si yo fuera planta en un huerto urbano de balcón. Entraría dentro de una maceta, estaría sola, con mucha comida a mi disposición y nadie con quién compartirla, aunque fuera en el pequeño lapso de mi vida. Algo triste para un tomate especialmente, sobre todo si imaginamos que en su lugar natural es una planta trepadora que crece en las quebradas y se enreda entre las chilcas.
Observa al tomate y entiende su lugar, su vocación, comprende sus afectos y descubre cómo se protege de plagas y depredadores, así cómo en las quebradas de Chachimbiro, dónde cosechamos ya dos variedades de tomates cherry: amarillo y rojo, con sus semillas.
Observa como si estuvieras mirando el bosque, la cañada, la quebrada, el jardín de la Madre Tierra; penetra en ese jardín con tu intuición y sabrás qué hacer… diría Masanobu Fukuoka en su libro «La senda natural del cultivo». De la misma manera como se manifiestan las plantas arriba se vinculan abajo, en el desconocido y fascinante lugar dentro de la tierra; este es un principio universal que las plantas también reconocen. El mismo principio se aplica al hacer un bonsai, y la pericia del jardinero logra un árbol que se va moldeando tanto arriba como abajo, por años.
De manera horizontal sobre el suelo, en macetas, contenedores, jardines verticales, espacio mínimo en la ciudad, las plantas adoran estar juntas, literalmente lo disfrutan, salvo en los casos que ejercen una lucha por sobrevivir, tomando el alimento de otras; excepto cuando no reciben suficiente agua y se ven obligadas a usar la de otras. Normalmente compiten entre sí plantas del mismo tipo, de la misma familia, demasiado similares. Por ejemplo fresas y brócoli no prosperarían salvo con químicos, pero si sembramos tomates junto a las primeras y manzanilla o rúcula cerca del anhelado arbolito lleno de minerales, evitaremos plagas y las dos plantas serán bastante felices por el corto tiempo de su ciclo vital. Luego cosecharemos.
Puede ser que una raíz fuerte aporte nutrientes a una planta como la lechuga, solubilizando aquello que sus raices toman de las rocas, una vez que los microorganismos han pulverizado todo hasta el extremo…
Muchas cosas pasan en un bosque, la convivencia armónica y la asociaciónla natural de especies, es lo que hemos sustituido como jardineros. Debemos decidir cómo hacer asociaciones. Lo que la Madre Tierra hace normalmente, habremos de poner en práctica sobre nuestros cultivos y la veremos diseñar maravillas. Una vez más Fukuoka aportó a esta jardinera con sus consejos: no hagas nada.
Wu-wei, llaman los orientales a esta técnica que va de la mano de la observación minuciosa de los eventos naturales, en nuestras tierras era cosa obvia para los antiguos que caminaban o habitaban las quebradas, las montañas, costas, valles y las recorrían comiendo uvillas. Esta memoria olvidada es uno de las graves prejuicios culturales de la revolución verde, que caduca por insostenible.
Estas son algunas asociaciones que recomiendo:
- Manzanilllas y lechugas.
- Lechugas con girasol.
- Tomates y albahacas, rosas y ruda.
- Tomatillo mexicano y brócoli.
- Coliflor y brócoli con ají, con cebolla puerro, con cebollín.
- Fresas y escarolas.
- Berenjenas y kale.
- Espinacas con nabos.
- Alcachofas y coles de brucelas.
- Todas ellas aderezadas con abundante rúcula y mostaza.
Hay caso en los cuales es necesario actuar en una asociación para frenar el crecimiento de alguna planta, la mejor manera es cosechándola. Cuando decidimos ser jardineros y semilleros habrá que tener cuidado con algunas plantas como el eneldo, por ejemplo, que requiere mucho suelo para hacer sus deliciosas y cotizadas semillas con sabor a anís y usa el alimento de todas las raíces de cuatro metros a la redonda. El eneldo tierno, sin embargo, es el mejor amigo de cualquier planta y solubiliza todos los minerales que sus profundas raíces encuentran hasta a dos metros de profundidad. Las lechugas crecen imparables a la sombra de esta planta madrina.
Escuchar la razón del bosque parece ser la solución más cuerda, y cultivar sin fumigar, cómo en aquellos tiempos de cazadores y recolectores que ponían semillas de tomate a enredarse en las quebradas.