Cuando escuché hablar sobre el colágeno en una crema de uso diario, me puse a investigar y supe sobre su naturaleza de proteína y carbohidrato, que se encuentra básicamente en los vertebrados y nos permite, entre otras cosas, almacenar energía elástica, es decir, en términos dérmicos perder en menos tiempo las marcas provocadas por su pérdida gradual ocurrida con la edad. Sin entrar en polémica sobre ese tema, pensé que sería mejor lograr revitalizar la piel evitando usar sustancias químicas sintetizadas que posiblemente se asocien con problemas de huesos y articulaciones cuando hay alguna tendencia a la esclerosis, irónicamente lo que intentarían combatir. Estas sustancias se extraen de los huesos y cartílagos de vertebrados normalmente alimentados con químicos, o bien se sintetizan en un laboratorio.
De ahí mi preferencia por la aromaterapia de dosis mínimas en una crema facial, que ofrece propiedades con los mismos efectos sin ser de origen animal, y resulta totalmente ecológica si sus componentes son orgánicos y por tanto, eficaces. Esta opción es mucho más segura y más real que la panacea ofrecida por algunas cremas faciales de uso diario, en el supuesto caso de que hayan resuelto el problema del imposible paso de estas enormes moléculas por los poros de la piel, razón por la cual un alto porcentaje de usuarios descubre en poco tiempo que son un fraude.
La rosa y el geranio, por ejemplo, tienen propiedades comprobadas en ese sentido, al igual que la caléndula, llamada también maravilla por esa razón. El incienso y la mirra, que son resinas, detienen la degeneración celular, al igual que el sándalo y el palo santo, este último, ingrediente de la crema facial de Aromaterapia Mágica.