Las abejas han estado en el planeta desde hace 45 millones de años, ocultas de los depredadores en agujeros huecos de árboles inmensos, ubicados en zonas telúricas del planeta. Su cera y miel son una medicina descubierta por los habitantes de la Tierra hace más de seis mil años. Pero no toda la miel es igual, ni toda la cera es la misma.

Las abejas melíferas producen tres tipos de cera: aquella con la que sellan los cuadros de las colmenas y mezclan con propóleos, la que usan como contenedores en los nidos de sus crías y la más pura de todas, que producen para sellar los nidos una vez que las larvas se han convertido en abejas, y empiezan a garantizar reservas para tiempos de escasez.
La cera virgen tiene más minerales y vitaminas que la creada para opercular los nidos; no ha sido re-usada ni alterada y sella las celdillas llenas de miel durante el tiempo que haga falta. Se han encontrado evidencias de estos perfectos contenedores, que siguen cumpliendo su función de aislarla del mundo exterior y mantenerla fresca para siempre. Esta cera se usó para momificar a los cuerpos en Egipto y al igual que en un nido, se colocó en el rostro del difunto para que no perdiera su apariencia natural.
Los egipcios usaban cera virgen y aceites esenciales como mirra y sándalo para lograr mantener la vida en el más allá, nosotros usamos esta maravilla en todos los productos de Aromaterapia Mágica.
¿Cómo se obtiene la cera virgen?

Como apicultores responsables, evitamos siempre tomar miel de la casa principal de las abejas donde crian a sus larvas y vive la reina en santa paz con más de sesenta mil súbditas que la alimentan con amor. Su afán permanente de hacer miel las hace buscar una casa nueva cada cierto tiempo, o bien, crear una despensa de su alimento en el segundo piso de una colmena de cuadros móviles. Este genial invento alemán de inicios del siglo veinte hizo que ya no se eliminaran panales enteros para cosechar miel, y dio la posibilidad de seleccionar el recurso que las abejas no usan, como medicina para la humanidad.
Una vez que se colectan los cuadros con la cera llamada operculada o virgen, ésta se retira con un cuchillo apícola y se deposita en un destilador solar. Con este calor natural se licuifica y pasa por un colador fino para hacer un «pan de abeja» listo, que será el ingrediente principal de una crema, pomada, desodorante, repelente, etcétera. Esta base totalmente orgánica no es fácil de manejar, resulta muy delicada, pero bien vale la pena trabajar adecuadamente con esta medicina para la piel.
Contenido químico de la cera virgen de abejas
Cobre, cadmio, níquel y cromo son trazas minerales de una buena cera, mientras mayor sea el tiempo de operculada o sellada por las abejas, mayor será la cantidad de elementos; incluso la cera antigua de varios años es similar en composición, por lo cual se añade en una determinada cantidad a las preparaciones de biocosmética. Aminoácidos, proteínas, enzimas y aromas de flores son otros compuestos de esta medicina que, en una dosis adecuada, va a equilibrar el pH de la piel sensible de bebés, incluso.
Esta compuesta por ésteres (72%), ácidos (13,5%), hidrocarburos)*, (10,5%), alcoholes libres (1%), lactonas (0,6%), y pigmentos (0,4%).
*Los hidrocarburos orgánicos de la cera difieren totalmente de las bases 100% minerales que se ofrecen en la industria, es decir, del petróleo con el que se fabrica prácticamente la totalidad de productos cosméticos actualmente.
La cera virgen es conservante en sí misma
Finalmente es interesante saber que, gracias a su cantidad de peróxido de hidrógeno (agua oxigenada), la cera de abejas, en general es prácticamente incorruptible.